lunes, 25 de mayo de 2009

El viaje del Loco

¿Quién es este personaje que se acerca al abismo? ¿Es que no teme caer en él? ¿No es acaso éste un demente, un niño feliz que ha nacido a la vida? Ignorante del riesgo, avanza feliz, tarareando una canción-cilla hacia el mismo borde donde otros, más valientes, no osarían poner el pie.
Es El Loco quien inicia el camino por la vida, y en su viaje, con su hatillo a la espalda, con su perro juguetón, el niño bufón nos mos­trará los mil caminos de la existencia. Cuando viene al mundo, nues­tro Loco descubre la dualidad que todo lo impregna. Los extremos opuestos de lo masculino y lo femenino, que representan El Mago y La Sacerdotisa, están presentes en todos y cada uno de los actos de nuestra vida. En la naturaleza están el día y la noche, el macho y la hembra entre los animales, lo seco y lo húmedo, lo caliente y lo frío. Pero en la naturaleza humana también hay espacio para lo externo y lo interno, la parte creadora y la conservadora. El Loco pasa entre ambos y aprende que el equilibrio está justo en el término medio. Porque sabe que también dentro de él, viven un hombre y una mujer.
Así, cuando un niño nace, como le sucede a nuestro Loco inocente, su primera vivencia es la relación con la madre. La Emperatriz repre­senta a la madre arquetípica. Ella es la reina de las cosechas y rige la fertilidad de la tierra. Porque ella, como cualquier madre, sabe el valor infinito de la vida y es todo amor. Pero después de la madre, El Emperador viene a demostrar que hay un principio masculino que es necesario para toda creación. En su trono rocoso, el Emperador es un padre severo pero justo, que enseña las normas morales y aplica las recompensas y los castigos.
Apéndices
Pero la educación no es algo que sólo se da en el núcleo familiar. Cuando llega la edad, nuestro Loco debe visitar al Sumo Sacerdote que representa la educación formal y las normas que toda sociedad impone a sus hijos. No es que al Loco le influyan mucho estas nor­mas, y por eso, abandona pronto al Sacerdote para vivir nuevas aventuras. Por eso se adentra en el Jardín del Edén con la misma ale­gría con que antes enfrentó los acantilados de su nacimiento. Ante la pareja arquetípica, Adán y Eva, nuestro Loco aprende los secretos de Los Enamorados. Sabe que el mundo está habitado por personas de diferentes sexos y que la atracción entre ambos es la base de todo lo que existe.
En el amor está la semilla de la esclavitud, pero también de la liber­tad de elección. Así que el amor humano es esclavo, pero el amor divino es libre. Sin esa libertad que le da alas, el Loco no podría acercarse a este nuevo personaje que se acerca por el camino. Es el conductor de El Carro, quien detiene un instante a sus esfinges por­tadoras para dirigirse a nuestro amigo. De su boca escucha el relato de mil batallas y otras tantas victorias. El príncipe que regresa está buscando honores y el reconocimiento de los suyos. Por él conoce el Loco, que en la vida hay batallas y que es bueno vencerlas si la inten­ción es noble.
Pero no hay batalla más desigual que la que sostiene la dama de La Fuerza en pugna con el fiero león. Con gusto le ayudaría nues­tro Loco a rematar su empeño de vender a la fiera, pero la donce­lla se basta y se sobra para dicha faena. ¿Qué misterio hay en este naipe? El Loco piensa que no siempre ha de vencer la fuerza de la espada y que quizá la fuerza de la virtud sea tan poderosa como ella. ¿No es acaso esta virgen un ejemplo viviente de ese poder?
Maravillado ante tanta fuerza de voluntad, el Loco ve anochecer y sigue su camino tanteando entre las tinieblas. Pero a lo lejos, una luz se acerca a él. Un anciano, El Ermitaño es el portador de esa luz. El Loco se acerca gozosamente a él, y juntos recorren un trecho del camino. El ermitaño le cuenta cómo se disipa toda la oscuridad con un solo punto de luz y cómo el interior del hombre es un misterio para el propio hombre. Pero ¿hay luz dentro de mí, o sólo tinieblas? Piensa el Loco. Y el viejo, sin saber que está leyendo su pensamiento, contesta: "sólo en ti está la luz con la que se podrá iluminar tu camino, en nadie más".
Lleno de felicidad, el Loco ve amanecer un nuevo día y ante él surge una rueda prodigiosa en el cielo coronada por seres sobrenatu­rales. Es la Rueda de la Fortuna y ante ella el medita sobre el karma y el destino, sobre los actos pasados y sus consecuencias futuras. En la rueda que gira, quien hoy está abajo, mañana estará arriba. Pero La Justicia, que es una dama severa, abate su espada sobre el Loco. Su vida, que ha estado regida por la búsqueda de la verdad, necesita efectuar algunos aprendizajes muy dolorosos, pero necesarios.
La primera prueba a la cual es sometido es la de convertirse en El Colgado. Tendido boca abajo, El Loco debe descubrir otra forma de ver la realidad y aprender el significado del sacrificio. En la segunda prueba, nuestro amigo debe enfrentar la experiencia más dura, La Muerte. Viendo la desolación que deja a su paso, el Loco se entris­tece, pues ella no tiene compasión de nadie. Ante la muerte aprende que el cambio es inevitable, y que todo lo que se inicia debe terminar para poder nacer a una vida nueva.
Un rayo de esperanza y fe viene de la mano de La Templanza. El ángel que cura las heridas del alma y las del cuerpo. Siendo tem­plado, el Loco aprende a superar con una sonrisa las pruebas más duras y se apresta a conocer a un enemigo temible. Todos tiemblan ante la presencia de El Diablo. Este personaje, siendo como es un gran tentador, ofrece a nuestro amigo la posibilidad de atarse a él. Prometiendo riquezas y poder, intenta atrapar al Loco y de hecho, lo logra. Pero pronto tiene el Loco la oportunidad de conocer la verda­dera naturaleza de los logros materialistas. Cuando cae el rayo del destino, La Torre sobre la que se ha alzado en su soberbia, se des­morona, lanzándolo al vacío. Nuestro Loco, magullado y confuso, llega a los pies de esta dama desnuda y hermosa que vierte agua de dos cántaros. Es La Estrella, quien le enseña el valor de la fe y la necesidad de la paz interior. "Cuando estás bien contigo mismo, dice ella, no tienes necesidad de acumular poder ni dinero. Eso son sólo espejismos para quien no ha crecido espiritualmente". Más calmado y tranquilo, el Loco ve brillar en el cielo a una señora plateada. Ella es La Luna, quien le enseña el gran poder que tienen los sueños. Pero es fácil perderse en las ilusiones y el Loco debe entregar una parte de su vida a descubrir que está dormido y que debe despertar.
Así pues, es bajo El Sol cuando el Loco aprende a disfrutar de la felicidad y plenitud de la vida. Como un niño pequeño, el Loco se desnuda de todas las convenciones y monta a caballo sobre la vida y sus maravillas. Nunca ha sido el Loco más feliz que en este momento y disfruta de cada momento como si fuera el último.
Es el sonido de una trompeta quien despierta al Loco de sus juegos y desnudo, debe correr al encuentro del Juicio Final. Él está entre los despiertos, pues aunque su camino ha estado lleno de peripecias, su deseo de avanzar a pesar de todo, le hace digno de estar entre los sal­vados. Siente así el Loco que toda su vida ha sido un preparativo para este momento en que recibe la llamada de la vocación. Tras este instante, la plenitud de El Mundo le está esperando.
Al final del camino, El Loco está exhausto y se sienta sobre una piedra. A su lado, su perro descansa. El tiene la mente confusa ante tantas ideas y tantas experiencias. Pero quizás no, quizás no esté tan confuso, quizás hay una claridad que emana de este camino reco­rrido y que poco a poco se adueña de su mente. El Loco nos mira y sonríe. Por primera vez, en calma, nos detenemos a mirar su rostro con detenimiento. Efectivamente, es nuestro rostro el que vemos reflejado en él. Este camino no sólo es suyo, es también nuestro.
¿Qué estás esperando para recorrerlo de nuevo?