jueves, 3 de septiembre de 2009

El paso de la vida

A Leonardo Da Vinci le llevó siete años completar su famosa obra titulada “La Última Cena”, las figuras que representan a Jesús y a los 12 apóstoles fueron tomadas de personas reales. La persona que sería el modelo para ser Jesús fue la primera en ser seleccionada. Cuando se supo que Da Vinci pintaría esta obra, cientos de jóvenes se presentaron ante él para ser seleccionados. Leonardo buscaba un rostro que mostrara una personalidad inocente, pacífica, y a la vez bella. Buscaba un rostro libre de las cicatrices y los rasgos duros que deja la vida intranquila del pecado.

Finalmente, después de algunos meses de búsqueda, seleccionó a un joven de 19 años de edad como su modelo para pintar la figura de Jesús. Por 6 meses, Leonardo trabajó para lograr pintar al personaje principal de esta magnífica obra. Durante los 6 siguientes años, Da Vinci continuó su obra buscando a las personas que representarían a los 11 apóstoles, dejando para el final a aquel que representaría a Judas, el apóstol que traicionó a Jesús por 30 monedas de plata (lo que ahora equivale a alrededorde 17 dólares).

Por semanas estuvo Da Vinci buscando a un hombre con una expresión dura y fría. Un rostro marcado por cicatrices de avaricia, decepción, traición, hipocresía y crimen. Un rostro que identificaría a una persona que sin duda alguna traicionaría a su mejor amigo. Después de muchos fallidos intentos en la búsqueda de este modelo, llegó a sus oídos, que existía un hombre con estas características en el calabozo de Roma. Este hombre estaba sentenciado a muerte por haber llevado una vida de robos y asesinatos.
Da Vinci viajé a Roma en cuanto supo esto. Este hombre fue llevado a la vista de Leonardo a la luz del sol.
Da Vinci vio ante él a un hombre sin vida; un hombre cuyo maltratado cabello largo caía sobre su rostro escondiendo dos ojos llenos de rencor, odio y ruina. Al fin Leonardo había encontrado a quien modelaría a Judas en su obra.

Por medio de un permiso del rey, este prisionero fue trasladado a Milán al estudio del pintor. Por varios meses este hombre se sentó silenciosamente frente a Da Vinci mientras el artista continuaba con la ardua tarea de plasmar en su obra al personaje que había traicionado a Jesús.
Cuando Leonardo dio el último trazo a su obra, se volvió a los guardias del prisionero y les dio la orden de que se lo llevaran. Mientras salían del recinto de Da Vinci, el prisionero se soltó y corrió hacia Leonardo gritándole:

“Da Vinci, ¡Obsérvamei! ¿No reconoces quien soy?”
Leonardo lo estudió cuidadosamente y le respondió:
“Nunca te había visto en mi vida, hasta aquella tarde fuera del calabozo de Roma”
El prisionero levantó SUS ojos al cielo, cayó de rodillas al suelo y gritó desesperadamente:
“Oh DIOS! ¿Tan bajo he caído?”
Después volvió nuevamente su rostro al artista y le gritó:
“iLeonardo! Mírame nuevamente pues.. yo soy aquel joven cuyo rostro escogiste para representar a Cristo hace siete años! AyerCristo... hoyJudas...

Dime con quien andas y te diré quien eres. Acerquémonos pues a Dios y el diablo huirá de nosotros.

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